sábado, 16 de febrero de 2013

Reig Pla: "Gracias por devolvernos a Dios y por anunciar por tres veces en España la belleza de la vocación familiar"


GRACIAS BENEDICTO XVI
 
(Publicado en La Gaceta) Nadie debe entrar a juzgar, Santo Padre, su decisión al presentar la renuncia al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, pues sin duda se trata de un asunto entre Dios y su conciencia. Es verdad que buena parte del Pueblo de Dios hubiéramos gozado viéndole como Papa hasta el final de su vida. Estoy seguro de que en estos últimos meses por su mente y corazón han pasado muchas de las expresiones paulinas: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4, 13), “Sé de quién me he fiado” (2Tm 1, 12), “Cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte” (2 Co 12, 10). Sobre todas ellas descuellan las palabras del Evangelio: “Para Dios no hay nada imposible” (Lc 1, 37). Sin embargo, por el bien de la Iglesia, su conciencia, examinada con rectitud, con certeza, ante el Altísimo, le ha llevado a la renuncia. ¡Bendito sea Dios!

Presentada la renuncia tal y como establecen los cánones, ahora es el momento de la gratitud y de la oración. Gratitud por la obra inmensa llevada a cabo como colaborador del Papa Beato Juan Pablo II en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Su vasta cultura filosófico-teológica y su profunda fidelidad han ido arrojando luz y sabiduría sobre todas las cuestiones que han seguido a la celebración del Concilio Vaticano II: la teología de la liberación, la unicidad y universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, las cuestiones derivadas de la cultura de la muerte, la proposición de los temas innegociables para orientar la misión pública de los católicos, la adecuada hermenéutica para la lectura de la Palabra de Dios y para la fiel interpretación de los textos del Concilio Vaticano II, los criterios adecuados para el sano ecumenismo y para la práctica del diálogo interreligioso, etc. El relato podría extenderse enormemente porque son muchas las cuestiones afrontadas en su etapa como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Al margen de estas cuestiones, no quiero olvidarme del carácter profético de las conversaciones con Vittorio Messori contenidas en el libro Informe sobre la fe (1985), su contribución en la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica y su trabajo al servicio de los obispos y de la nitidez de la fe católica. Del mismo modo hemos de subrayar su capacidad de diálogo con representantes de la cultura como Jürgen Habermas o de la política como Marcello Pera.

El día en que fue elegido como sucesor de Pedro para mí es inolvidable. Fue el 19 de abril de 2005. Es el mismo día en que se celebra la Virgen del Milagro, patrona de mi pueblo. Se trata de un icono que, según consta en las actas notariales, lloró en 1520 veintisiete lágrimas mientras celebraba la Santa Misa un humilde sacerdote. Ese mismo año Lutero negaba en su obra De captivitate babylonica Ecclesiae el valor sacrificial de la Eucaristía. Recuerdo con qué ilusión le regalé, junto con mis paisanos, una réplica de este cuadro y le indiqué que mi pueblo (Cocentaina) ponía todo su Pontificado bajo la protección de la Santísima Virgen del Milagro, la cual con su llanto se unía al sacrificio de su Hijo en la cruz. En ningún momento he dudado de que, junto a la oración del pueblo fiel por el sucesor de Pedro, no le ha faltado la asistencia de la Virgen que ha hecho de su ministerio una bendición para la Iglesia.

Gracias Santo Padre por acompañarnos con su paternidad, por habernos confirmado en la fe y por haber arrojado tanta luz y sabiduría sobre un mundo, particularmente occidente, donde se está produciendo el eclipse de Dios. Más allá de las cuestiones morales y de la dictadura del relativismo, después de afirmar continuamente la necesidad de la fe para purificar la razón; después de las conferencias magistrales en París, Ratisbona, Londres, ante el Parlamento Alemán y la que no pudo llegar a pronunciar en la Universidad de La Sapienza, desde el primer momento ha querido centrar sus intervenciones en la necesidad de buscar a Dios, de buscar la Verdad, de alcanzar el verdadero sentido de la libertad. Sin Dios, nos ha repetido varias veces, el hombre está descentrado y no sabe dónde ir, y tampoco logra entender quién es. Por eso se explica que sus encíclicas tengan por objetivo a Dios (Deus caritas est), la virtud teologal de la esperanza (Spe salvi) y la necesidad de recuperar el carácter central de la caridad y su relevancia pública (Caritas in veritate -CV-). Sus dos exhortaciones postsinodales nos muestran el camino para encontrar a Dios: la Eucaristía (Sacramentum caritatis) y la Palabra de Dios (Verbum Domini). Y todo ello sin dejar de recordar que, desde la primacía de la gracia, es necesario, sin componendas ni medias tintas, abrirnos a la conversión y a la siempre necesaria purificación interna de la Iglesia. Gracias Santo Padre por todo lo realizado para proteger de los lobos al Pueblo Dios.

Si examinamos la llamada “cuestión social” desde León XIII es curioso el camino recorrido por el Magisterio Social de los Papas. Desde la “cuestión obrera” se ha llegado a afirmar que la cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica. Es el mismo hombre y el modo de concebir su vida lo que se ha puesto en crisis y la razón última, enseñada a lo largo de su pontificado, es la censura sobre Dios que se ejerce de continuo en el paradigma cultural hegemónico. Por eso, además de afirmar la consistencia ontológica del alma (CV, 76) quedará siempre en nuestras mentes y corazones su anuncio profético; “El humanismo que excluye a Dios es una humanismo inhumano” (CV, 78). “El desarrollo necesita cristianos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo, sino un don” (CV, 79).

Gracias Santo Padre. Gracias por devolvernos a Dios y por anunciar por tres veces en España la belleza de la vocación familiar, la luz potente de la belleza divina reflejada en los santos y la propuesta cristiana a nuestros jóvenes. Los tres viajes a España son un motivo de profunda gratitud para todos nosotros. Así lo manifestamos llenando las plazas y las calles por donde esperábamos su bendición. Ahora, después de la sorpresa de su renuncia, llega el momento para la oración por su persona y por el nuevo sucesor de Pedro. Como creyentes estamos convencidos de que el Señor es el dueño de la historia y que es fiel a su promesa: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 21).

+ Juan Antonio Reig Pla
Obispo de Alcalá de Henares